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10/11/09

Sin velos, sin Corán

En 2007, Raja Alem publicó en el mercado español Játim (Huerga & Fierro), una historia sobre la sociedad de la ciudad de La Meca antes de la fundación del reino de Arabia Saudí en 1932. En la novela, donde mezcla simbolismo, magia, realidad y prácticas religiosas, el personaje principal expresa una inédita bisexualidad, lo que le permite moverse entre el mundo masculino del exterior y el femenino del interior. Como explica esta escritora saudí nacida en la década de los sesenta, "yo escribo para liberarme y superar limitaciones. Porque cuando escribo, no soy sólo hija de una familia conservadora saudí, sino también la hija del mundo. Y rompo tabúes, como la religión y la sensualidad". Desde Marruecos, Abdulá Taia (Salé, 1973) también ha roto los moldes arquetípicos que dominan en la visión occidental de los países árabes. En sus dos últimos libros publicados en España, Una melancolía árabe (Alberdania, 2009) y Mi Marruecos (Cabaret Voltaire, 2009), retrata la realidad marroquí más fiel, lejos de paisajes idílicos donde los europeos van de vacaciones, lejos de la imagen de un país cuya población más joven se alista en grupos radicales. "Es muy importante escribir sobre este mundo de Salé, mi ciudad, en un barrio concreto, porque este mundo representa una parte del alma marroquí indignada", comenta Taia en conversación telefónica. Además, en Una melancolía árabe invita a descubrir otro Marruecos, no solamente porque habla en primera persona de la pobreza, sino también de un tema hasta entonces tabú en su país, la homosexualidad. "Escribir permite revelar lo bello que pueden ser escenas de vida sencillas y así entender el sentimiento de rebeldía", reconoce. Cada vez más mujeres cogen la pluma para denunciar los excesos de los hombres Alem y Taia son sólo dos ejemplos de cómo la realidad está lejos de la imagen que suele aparecer en los medios de comunicación y que están mostrando la nueva generación de escritores árabes. Ni velos, ni mujeres afligidas, ni fanatismos. Tampoco se encuentran ya los manidos orientalismos, ni la estética de Las Mil y una noches. El fenómeno se está dando, además, entre las propias escritoras que cada vez tienen más voz en Occidente y que no quieren hablar de literatura femenina como categoría. Ahí están los nombres de la libanesa Zena El Khalil, que en la reciente Beirut I love you, una mezcla de diario, autobiografía y novela, muestra cómo la vida sigue ante un conflicto. O la saudí Raja Alsanea, que con Chicas de Riad (Emecé, 2007) demostró que las treintañeras de Sexo en Nueva York no quedaban tan lejos de las jóvenes de Arabia Saudí. En esta novela, que desde que salió en su país en 2005 se convirtió en un boom con cientos de copias en Internet, Alsanea denuncia además los excesos que los hombres de su país cometen en nombre del islam. Su escritura también supone una vuelta de tuerca al estereotipo occidental: lo suyo es una narración ligera y directa, como si fuera escrito para un blog o para un diario íntimo. La visión individual En todos estos nuevos escritores publicados en el mercado español también hay una aproximación distinta a las problemáticas: el yo, el individuo, se ha impuesto al nosotros, a la colectividad, objetivo con el que escribieron poetas como Mahmud Darwish o novelistas como Elias Khoury. "Hay que expresar lo que hay en nosotros mismos, de lo que nos han privado. El hecho de decir yo no es sólo afirmar, en mi caso, yo soy gay, por puro placer individualista, sino que tiene un sentido histórico. El poder nos ha hecho callar y yo no quiero caer en esta prisión del silencio", afirma contundente Abdulá Taia. "El poder nos ha hecho callar y yo no quiero caer en el silencio", dice Abdelá Taia Pero, ¿por qué esta avalancha de escritores árabes? ¿Por quéestas nuevas perspectivas? ¿Son realmente nuevas? El poeta sirio Mohammed Abou-Laban, que lleva cinco años viviendo en España, reconoce que es normal que los escritores muestren una atmósfera que les acerca a un mundo cada vez más globalizado: "Los medios de comunicación siempre captan el atentado y los muertos, pero no cómo después la vida sigue. La literatura es la que entra en esa vida. Creo que siempre ha habido un problema de representación de los países árabes en Occidente. Por ejemplo, es cierto que Palestina está sufriendo mucho con la ocupación, pero eso no es lo único que hacen los palestinos. También se está haciendo mucho rap y se está escribiendo". La traductora de árabe del Ministerio de Asuntos Exteriores, Milagros Nuin, que pasó parte de su vida en El Cairo, señala que "la literatura abre una puerta a un camino poco transitado, el de la sociedad por dentro. Además, se ha producido un fenómeno generalizado y es que desde los años noventa la labor de escribir se ha democratizado". Por supuesto, no todos los países árabes son iguales y tampoco hay demasiado contacto entre el Magreb y los países de Oriente Próximo como Líbano, Egipto o Jordania. "Mientras que Egipto es más localista, en Marruecos una de las temáticas más importantes es la inmigración", apunta Abou-Laban. Milagros Nuin también indica que "sigue presente la división entre dos bloques: occidental y oriental. Líbano se encuentra en estos momentos a la vanguardia de lo que se escribe en Oriente, aunque creo que es más original lo que se hace en Egipto".
Chicas de Riad narra la vida de jóvenes en Arabia Saudí; el libro arrasó en Internet El mayor problema es que tal boom se convierta en una estrategia comercial que baje el nivel de las obras. Inmaculada Jiménez Morell, editora de Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, que lleva 20 años publicando a autores árabes prácticamente desde el Nobel al egipcio Naguib Mahfuz en 1988 es tajante al afirmar que "hay una intención comercial". Explica: "En España se está publicando lo que ya ha tenido éxito en otros países occidentales. Llama la atención porque mientras que Inglaterra y Francia tenían ya una gran tradición de árabes traducidos, en España hasta ahora existía un gran vacío".
Mohammed Abou-Laban aconseja leer a los árabes que ya escribían en las décadas de los sesenta y setenta, y que afortunadamente están comenzando a ser traducidos al español. Nombres como el marroquí Mohamed Choukri o el libanés Elias Khoury. O los exiliados. Críticos, irónicos y sin el ramalazo del marketing. fuente: diario publico

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