Moro asesino, cruel y fanático. Sombra agazapada en barracones y retretes cuartelarios. Sarraceno, traidor, alimaña...La guerra química en el Rif se justificó por el carácter bárbaro y salvaje que aseguraban llevaba implícito el moro cual mácula de nacimiento. Las armas químicas no servían ya entre pueblos civilizados; el Tratado de Versalles (1919) había prohibido su uso terminada la I Guerra Mundial. Pero, a principios de los años 20, este selecto club de civilizadores entendió que contra pueblos no civilizados, salvajes, analfabetos e infieles, todo valía. Naturalmente, sólo los del club gozaban de la exclusividad de disponer de armas químicas.En el documental Las tinieblas del poder escuché calcado argumento a un soldado que había servido en una de las cárceles secretas de EEUU. Explicó que estos detenidos, al proceder de países con carencias en derechos humanos (Afganistán, Jordania, Arabia Saudí...), debían ser tratados según su bárbara educación. Es decir, que no entenderían otro lenguaje que no fuera el de la represión, la tortura, o incluso el asesinato.El argumento, utilizado hoy por la potencia dominante, fue el mismo que esgrimió Alfonso XIII para justificar los ataques en el Rif. El moro era un ser cruel. Así lo atestiguaba la propaganda. El moro del saco: violaría a tus hijas, degollaría a tus hijos. El moro- guerrero, niño, anciano o mujer- debía ser exterminado. Eran "bestias salvajes".
En Arrhash aparecen algunas de estas bestias feroces, ya ancianas, desdentadas, perdido el brío de sus garras. Fueron niños gaseados, alimañas que soñaban con hacer volar cometas y no aviones en el cielo del Rif.
por javier rada.
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